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Arquitectos: Vallribera Arquitectes
- Área: 270 m²
- Año: 2022
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Fotografías:José Hevia
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Granera, tan lejos como para perder la cobertura y lo suficientemente cerca como para ir a comer y volver. Una masía centenaria, el lugar ideal para reunir a toda la familia en agosto, en navidad o un domingo cualquiera. Estos encuentros son la necesidad a cubrir y la masía es el escenario a preparar.
La casa está situada de espaldas a la calle y medio enterrada. Se baja hasta una explanada donde se encuentra el pozo y desde aquí, bordeando la casa, se entra bajo la pérgola que recoge toda la fachada sur. Esta zona terrazada y pavimentada se vuelve verde bajo la gran encina que esconde el huerto. Más abajo, el bosque.
El edificio conserva intacta una estructura de muros de carga que divide a la casa en tres espacios separados e independientes. Se mantiene el esquema. Se desnudan los muros de piedra y se abren los pasos necesarios para conectar estos espacios. Se realizan tres grandes aberturas en planta baja, justo en la fachada sur. Esta actuación cambia radicalmente el funcionamiento del edificio. Los límites entre el interior y el exterior se desdibujan: la estancia, la ventana balconera, la sombra de la pérgola y el paisaje son lo mismo.
Cuando se construyeron las masías, esta idea no existía. La tecnología no permitía cristales grandes, ni aislamientos, ni instalaciones eficientes que calentaran. Ahora, todos buscamos unir el interior y el exterior. La barbacoa y la chimenea se colocan justo en ese límite. El centro de la casa debe ser ese umbral. Es el espacio para satisfacer las conversaciones y comidas de los fines de semana.
Entre muros, cada estancia recoge una función. La cocina y el comedor en el extremo que controla la entrada de la parcela, el acceso con la escalera original y un baño en el centro de la casa, la sala de estar en la parte más apartada y tranquila. En planta primera se mantiene la distribución existente de zonas de noche. En un extremo, la habitación principal disfruta de una galería realizada en alguna obra previa de ampliación. En el otro, las habitaciones de los hijos y un baño. En medio, la habitación de los nietos. La escalera y una sala de juegos abierta, hacen de distribuidor y paso entre muros.
Estos mismos muros de piedra visten todo el interior. Paredes de cincuenta, sesenta y setenta centímetros de piedra autóctona, techos originales de vigas cerámicas enyesadas y pintadas de color blanco, y un único pavimento para toda la intervención.
Los muros de piedra son también reguladores de la temperatura de la casa. Su inercia y buena orientación mantienen la casa aislada en invierno y fresca en verano. La fachada norte, medio enterrada contra el terreno, se trasdosa para controlar las infiltraciones. Se aísla la solera y la cubierta y se sustituyen las carpinterías. La glicina que colonizará la pérgola, las persianas alicantinas y las contraventanas de madera garantizan el buen control solar.
Se adecua el edificio a su entorno, como se habría hecho cuando se construyó la masía, optimizando el uso de recursos inmediatos. Se restauran los muros con piedra local y se revisten con morteros y pinturas de cal. El agua caliente y la calefacción se alimentan con una caldera de biomasa y se deja la previsión para las placas solares. Debajo de la casa, se recupera un antiguo pozo natural con agua potable. La cubierta recoge toda el agua de la lluvia y se canaliza hasta un depósito para regar el huerto. Las aguas residuales se tratan y filtran en el terreno.
El resto de ingredientes serán niños corriendo entre muros, ‘calçotades’ bajo la pérgola, barbacoas y sobremesas, alguna siesta bajo la encina y vísperas frente al fuego.